viernes, 1 de agosto de 2008

Qué feos son los olivos

Frantoio, Cornicabra, Picual, Arbosana, Lección, Empeltre, Palomar, Canetera, Arbequina, Carolea, Korineiki… son variedades diferentes de olivos, esos árboles característicos de nuestro entorno castellanomanchego. Es fácil acabar acostumbrándose a que formen parte de nuestro paisaje y eso probablemente les haga perder algo de protagonismo pero no por ello han disminuido su papel fundamental en nuestro medio ambiente, economía o turismo. Su retorcido tronco parece estar con nosotros desde siempre y hace siglos que perdió el exotismo oriental de su lugar de origen.

Algunos grupos políticos de nuestra localidad son similares a los olivos; otros a nuevas variedades arbóreas. En el caso de los primeros, al igual que los oleáceos, llevan mucho, casi desde siempre, con nosotros y al final han acaban perdiendo popularidad en favor de otras variedades “más de moda”. El problema de la implantación de las nuevas especies, esas que pueden parecer más independientes, más novedosas, son las improvisaciones (políticas y medioambientales): la adecuación al entono, el clima e, incluso, la posibilidad de que la nueva especie mute, sea perjudicial para otras especies o, simplemente, desaparezca son riesgos que deben asumirse.

Abonado por el apoyo de terceras fuerzas políticas que, lo reconozcan o no, son quienes tienen la potestad de poner o quitar alcalde, esta nueva variedad fonéticamente de parvulario, pronto “agarró” en nuestros suelos. Con un bagaje de promesas de cuatro años de oposición, llegó el momento de recoger los frutos pero ¡oh sorpresa! La nueva y exótica alternativa pronto mutó y comenzaron a aparecer sus frutos. Su política, mucho más retorcida que los centenarios troncos de los olivos a los que tanto habían criticado, inició cazas de brujas y todas sus promesas fueron quedando en agua de borrajas. No tardaron mucho en sacar de su gran calderón una impronta de autoritarismo absoluto más propio de otras épocas que de las actuales. Sin duda su final está asociado a ese calderón de intransigencia y arrogancia eso siempre y cuando el abono no les falte.

Por cierto ¿a quién se le ocurrió poner esas feas palmeras en la Plaza de la Libertad en lugar de algún majestuoso y centenario olivo?

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