lunes, 6 de enero de 2014

¡A pedir regalos que llegan los Reyes!

Saber lo que uno quiere no es tarea sencilla. Es más: resulta más sencillo intuir qué es lo que no se quiere ¿verdad? La tarea se complica más, si cabe, cuando uno escribe arrastrado por la intención (que no devoción) y debe revisar al día siguiente, guiado por la obligación (que no devoción, y van dos), las reflexiones plasmadas. Lo cierto es que, como casi siempre, nada de lo tecleado merece la pena... ¡Pero es lo que tiene Internet!: permite que cualquier tuercebotas (servidor de ustedes, a mandar) como el que subscribe estas torpes líneas, pueda publicar cualquier estupidez.

Lo cierto es que mis planes para hoy eran otros muy diferentes pero, si no existiera esa incertidumbre… ¿qué sería de la vida?  Asumida de forma imperativa (imperativo, del latín imperatīvus, 2. m. "Deber o exigencia inexcusables") la situación se replantea ¿qué hacer ahora? En estos instantes me preveía acicalado, perfumado y cenando en inmejorable compañía pero… aquí andamos (que no es poco, vive Dios), dándole al teclado ¡Pues vaya leches, que diría aquél!

Lo propio de hoy, de esta noche, es esperar nervioso  el “dictamen” de los Reyes –no los monárquicos, líbrenos Dios–. Confieso ser, cada vez más, un incombustible defensor de Papa Noel en rivalidad con los de Oriente (por la fechas), un defensor de Halloween (curiosa contracción cuasi inteligible de All Hallows' Eve) frente a cualquier tétrica noche de los difuntos y similares comparaciones varias ¡Hasta Obama me pone más que Rajoy, coño! No somos nadie, como se decía en M80 Radio ¡y mucho antes!

Pero, volviendo a lo propio ¿qué nos traerán los arábigos éstos montados a camello?  No me da la gana caer en los tópicos (paz, felicidad, salud…), asñi que espero que nos traigan dinero, prosperidad, trabajo (bueno, mejor dinero), sexo, tranquilidad, más dinero, tiempo, amigos (de los de verdad, de esos que hay pocos), coherencia…

Lo cierto es que, a medida que escribo, me “sale” más natural lo que no quiero, a desear: corrupción, política rancia, gitanos (sí, he dicho/escrito gitanos, con todos los “presuntos” por delante para que nadie me denuncie por apología del ¿racismo?), falsas amistades, interesadas amistades, familiares amistades, golfos, maleantes y gentes de mal vivir (algún que otro politicucho incluido y otros a sueldo... ya tú sabes, mi amol, mientras tomas té), derogación de la doctrina Parot…). Joder, qué país que somos.

Feliz noches de Reyes y que a todos nos traigan lo que pensamos que nos merecemos y no tanto lo que valemos.




jueves, 21 de marzo de 2013

Año y medio. Un siglo

Año y medio desde la última aparición por este olvidado blog y me parece más de un siglo. Año y medio sin asomarme por esta minúscula ventana en la que casi no cabía, para descubrir que ahora me viene grande ¡Cuánto ha cambiado todo! Y ya no se trata de una cuestión personal (que también) sino, y en lo referente a lo que en este blog nos importa, de intentar comprender esta fotografía panorámica nacional (y, en detalle, la local de Ontígola), tanto en el ámbito político como económico.

En este año y medio hemos cambiado de presidente de gobierno (en minúsculas porque no puede ser de otro modo) y de Papa (en mayúsculas porque me da igual). Hemos pasado de la bonanza económica a una ruina cruenta que nos devora las entrañas. En contra de lo que indique el calendario, estamos en  otoño. Un otoño triste que amenaza con el peor de los inviernos a la vuelta de la esquina. Desahucios, corrupción política, paro, miseria, hambre... sí, hambre ¿quién reconoce este país?

Sí, todo ha cambiado aunque no para todos. Bien pensado, Hugo Chávez ha muerto pero ahí está su sucesor Nicolás Maduro para dar más de lo mismo; nada ha cambiado, por tanto. Urdangarín sigue sin cambiar, al igual que Bárcenas, Óscar López, Corinna Sayn-Wittgenstein o el que caza los elefantes… Pero a nosotros sí nos ha cambiado la vida ¡con un triple salto mortal!

Lo peor, quizás lo más infame, es que no se ve el final de este oscuro túnel. El estúpido de los brotes verdes hizo muchas sandeces pero la incertidumbre sobre si lo que está haciendo éste es lo adecuado, es una duda que anuda el alma. Recortes en educación, sanidad… El “otro” regaló el dinero con el “Plan E” ¡el poco que nos quedaba!  “Éste” se lo ha dado a los Bancos ¿Y nosotros? ¿Quién se encarga de nosotros?

El sentido común, como si de Pepito Grillo se tratase, dice al oído que es mejor ahorrar y ajustarnos el cinturón -tal y como comenzó haciendo Rajoy- antes que dilapidar el erario público -como hizo Zapatero- pero ¿hasta qué límite? Las medidas de recortes nos ahogan, la subida del IVA nos impide consumir, la reforma laboral nos hace sumisos… y el miedo nos rebosa a borbotones ¿con qué noticia nefasta despertaremos mañana?

Me repito, lo sé, pero es que sigo sin ver nada más que oscuridad dentro de este túnel. Las mejorías, si es que las hay, no se perciben inmerso en esta negrura. El desánimo cala hasta los huesos y la inseguridad sobre qué nos ocurrirá, congela cualquier atisbo de ilusión pasajera ¿Nos pasará como a Chipre o, más bien, como a Grecia? ¿Quizás como a Italia? Triste influjo el que arrastra la brisa del Mediterráneo.

Sí, es cierto: aquél raquítico ventanuco que es este blog, ahora se me antoja inmenso. Ha pasado más de un siglo o debo haberme equivocado de ventana, seguro, no puede haber sucedido otra cosa. En cualquiera de los casos, estoy equivocado de siglo o de ventana. Estoy equivocado siempre.

jueves, 9 de junio de 2011

Cada uno en su sitio

En estos días, apaciguándose ya los remolinos que en su día fueron tornados electorales, se van aplacándo lo que necesariamente habrán de ser meandros de entendimiento. Entre experto en política argumentando razonamientos a golpe de botellín sobre la barra del bar… ¡qué fácil resulta encontrar el razonamiento causal cuando se conoce con el resultado! Es sencillo opinar ahora pero lo cierto es que el demos ha hablado y lo ha hecho alto y claro. Es la riqueza de la democracia (no exenta de miserias que, como las meigas, haberlas haylas): la decisión mayoritaria ha de acatarse y yo añadiría que, incluso, de buen grado. Los que se agarran a un salvavidas con uñas y dientes, acusando a los demás que "se han equivocado" y convencidos de poseer la razón por encima de los demás probablemente no han entendido el sentido demócrata de las urnas. Nos puede gustar más o menos pero la decisión es clara: en el territorio español el Partido Popular ha arrasado, el PSOE ha sucumbido y, a nivel local, AEIO se ha alzado con una mayoría simple que, aunque no absoluta, le garantiza la gobernabilidad ante la complejidad que implicaría un acuerdo anti natura PP- PSOE. Según la web de AEIO (he de reconocer que no he contrastado los datos), el PSOE ha retrocedido un 6,32%, el PP un 2,10% y AEIO ha incrementado sus votantes en un 12,13%.

Es, por tanto, el momento de dar la enhorabuena al equipo de gobierno que ha sabido ganar unas elecciones de un modo limpio y sin estridencias. El sentir de los ciudadanos de Ontígola no ha dejado lugar a dudas en este sentido: AEIO nos ha gobernado 4 años y lo hará 4 años más. Si acaso –y si me lo permiten– un aviso para navegantes: las segundas legislaturas son las que se pierden. Las primeras cuentan con el espíritu y tesón que predominan ante cualquier contingencia. En las segundas hay quien hace de su capa un sayo y acaba confundiendo un Ayuntamiento con un cortijo particular. Estoy seguro de que este planteamiento (repetido hasta la saciedad dentro del bipartidismos español con escasas excepciones –hasta ahora– como en el caso de Andalucía) está presente en el Alcalde electo el próximo día 11 y el equipo de gobierno sobre el que delegará competencias presumiblemente en el siguiente pleno municipal.

Poco queda que añadir excepto desear una legislatura efectiva (en el más amplio sentido del término) para los votantes y no votantes de AEIO: José Gómez es y será durante los próximos cuatro años el alcalde de todos los ontigoleños.

¡Enhorabuena!

miércoles, 18 de mayo de 2011

Los deberes hechos

A escasa horas de los comicios, supongo que los diferentes candidatos estarán rematando sus respectivas campañas a la vez que realizan un examen de conciencia de los últimos cuatro años. Todas las actuaciones son objetivables pero siempre se interpretarán según el color de cristal deseado por el observador. En breve veremos el resultado de cada uno.

En estos cuatro años ha habido de todo, tanto por unos como por otros, pero lo cierto es que el peso de la política nacional va a tener una inercia en las elecciones locales, a pesar de que algún partido se empeñe en intentar separar una cosa de la otra.

La crisis, el paro, la corrupción, etc. ha hecho estragos a nivel nacional y movimientos como el inesperado 15M al que todos quieren apadrinar así lo demuestran. He de confesar que soy contrario a manifestaciones de este tipo que difícilmente cambiarán nada, si bien alabo el poder de convocatoria y la idea que subyace en los manifestantes: democracia real.

Los cambios deben realizarse en las urnas y, si ningún político merece ser avalado, es el momento de ofrecerse para liderar un partido. Reconozco el mérito incluso de aquellos a los que no votaré pero que son capaces de realizar un trabajo para estar ahí, aguantando el chaparrón.

Este año he echado en falta la candidatura de IU. La izquierda del PSOE se ha quedado vacía y una opinión crítica de este sector sería necesaria. En otras localidades la diversidad de voto ha aumentado: urbanizaciones constituidas como agrupaciones de electores, colectivos de inmigrantes... pero en Ontígola seguimos sin despegar. Ni tan siquiera partidos relativamente emergentes como UPyD tienen candidatura.

He leído dos de las tres propuestas electorales y, con el debido respeto, considero que se deberían haber trabajado un poco más. No hay nada realmente nuevo ni tangible y, en muchos casos, bastaría con cambiar las siglas para que un panfleto sirviera para uno u otro. Sólo las críticas y acusaciones mutuas los distinguen.

Estaré pendiente el domingo de los resultados pero, en confianza, cada vez me interesan menos. Me llama cada vez más la atención los brotes sociales espontáneos contrarios a tanto tejemaneje de política de salón que practican casi todos. De cualquier modo deseo que los resultados se adecuen al sentir de los ciudadanos: no olvidemos que tendremos lo que nos merezcamos durante cuatro años ¡feliz electoreta!

viernes, 6 de mayo de 2011

La campaña "Electoreta"

El reciente “Caso galgo” que muchos recordarán pone de manifiesto la necesidad de la presunción de inocencia como un modo de pensar más que como una legítima garantía del sistema. En el caso de Marta Domínguez el daño realizado será difícil de resarcir. Algo no muy diferente (y aún coleando) es el “caso del solomillo”, que afecta al mejor ciclista español del momento, Alberto Contador.

La presunción de inocencia, tras casos concretos como los citados, adquiere tintes cuasi morales: no hay modo de compensar el daño provocado. No obstante y aceptando todo lo expuesto, hay actitudes concretas que hacen cuestionarse todo este planteamiento, quizás por lo evidente aunque, por supuesto, todo es susceptible de ser aclarado ¿Dónde quiero llegar tras tanto preámbulo? Sencillo: Pedro Torrejón se vuelve a presentar encabezando la candidatura "Ciudadanos por Ciempozuelos". Ahí es nada. En libertad bajo fianza de 900.000 €, implicado en el "Caso Ciempozuelos" junto a Joaquín Tejeiro (otro ex-alcalde), ambos acusados de recalificar terrenos rústicos en urbanizables por parte de Anticorrupción. Ni conozco a este “señor” ni me interesa más Ciempozuelos que cualquier otra localidad pero lo cierto es que le hace a un cuestionarse a qué jugamos dentro de nuestro sistema político.

Por supuesto que me contradigo con su presunción de inocencia pero… ¡cuesta tanto no “intoxicarse” con la información que rezuma en periódicos, TV, Internet, etc.! Vivimos en un país donde, por gastar una broma, somos capaces de enviar a Rodolfo Chiquilicuatre a representarnos (a todos) a Eurovisión ¡y luego nos cuestionamos por qué se nos considera aún una España de charanga y pandereta!

Resulta evidente que no formar parte de uno de los dos grandes partidos nacionales no implica una mayor catadura política (vaya, que no siempre los independientes son “más buenos”). Lo cierto es que se trata de un tema de personas y no de siglas: tanto en uno como en otro extremo de nuestro asumido bipartidismo, se podrían encontrar tristes ejemplos de corrupción.

Para bordar el panorama, anoche fue legalizado Bildu por el Tribunal Constitucional (TC) con seis votos a favor y cinco en contra. A nadie escapa el discreto detalle de que los magistrados del TC son cargos propuestos por el Gobierno.

La legislación garantiza el exquisito cumplimiento de todas las garantías democráticas como debe ser de otro modo y mientras, a los ciudadanos de a pie, nos crecen los enanos con nuestros representantes políticos.

Pero, a fin de cuentas ¿qué más da? Seguimos teniendo futbol y toros: visto lo visto ¡Comencemos con la campaña “Electoreta”!

viernes, 13 de agosto de 2010

Madrileños al otro lado de la frontera

Mira que uno hace esfuerzos por callar pero a veces es mejor reventar sobre el teclado del ordenador antes que internamente, en el sentido más visceral del término. Que todos tenemos que comer es un hecho pero aún así, no se justifica lo superfluo de algunos análisis. Eso es lo que, a mi humilde parecer y siempre con todos los “presuntos” por delante, le ocurre a un tal JUAN DIEGO QUESADA, presunto trabajador de “El País” (no sé si forma parte de su plantilla o se trata de un profesional libre) que ha escrito un artículo sobre Ontígola.

La visión que este individuo proyecta de nuestro pueblo es la de una aldea supeditada a Aranjuez donde el motor de negocio han sido las juergas con fulanas y travestis, además de los galgos y el boom inmobiliario.

<<“No hay nada que ver en este pueblo, no sé a qué viene", advierte un cenizo>> dice en su texto ¡infórmese señor Juan y seguramente descubrirá algo más que contar a sus lectores!! Iglesias que encierran -entre sus semiderruidos muros- insignes personajes de la nobleza arancetana, cuevas humildes de las que existe referencia escrita desde el siglo XVIII… Obviamente no hablamos de El Escorial, no señor, pero creo que su artículo, además de liviano, es inexacto. Asegura que no existen vides ni olivos en pie y que eso "es lo que hay que contar". Créame señor Juan: quien así le haya asesorado se equivoca.

Serían tantas las puntualizaciones a realizar que consumiría demasiado tiempo en una lid perdida. Venga a visitarnos, sin prisa, sin necesidad de escribir y descubra un entorno que le ha pasado desapercibido por delante de sus narices.

No quiero terminar sin indicarle lo inapropiado que el título de su artículo me ha parecido: "Madrileños al otro lado de la frontera". Ontigoleños, simplemente somos ontigoleños. Pagamos los mismos impuestos que cualquier otro y compartimos los recursos que entre todos generamos. Los "nacionalismos" aquí, están fuera de lugar.

jueves, 8 de abril de 2010

Un lugar para la duda

Las iniciativas que no forman parte de un plan estratégico, aquéllas que son fruto de la improvisación, suelen acabar pasando factura o, por el contrario, el azar caprichoso las transforma en brillantes (en las menos de las ocasiones).


No seré yo quien se atreva a cuestionar las decisiones macroeconómicas del gobierno de la nación, no. Ingenuamente quiero suponer que nuestros dirigentes cuentan con información privilegiada y asesores que les ayudan a tomar las decisiones adecuadas. No obstante siempre me queda un lugar para la duda.


Así, las medidas fundamentales tomadas por el gobierno a fin de intentar paliar la crisis económica en la que nos hayamos inmersos, se han ceñido casi en exclusiva a los planes ZP. Una de estas iniciativas (la principal) va encaminada a revitalizar la circulación del euro a base de inversiones millonarias en infraestructuras cuando menos cuestionables. En contra de la opinión de la mayor parte de los expertos europeos, Zapatero ha apostado por este camino incierto que, puede tener parte de una estrategia sub iúdice, que me gustaría compartir, sufrido lector.


El problema es que el dinero se acaba y, si no se consigue variar el panorama, además de crisis se obtiene déficit en las arcas públicas. No en vano, El Mundo, El País, ABC y Público informaban hoy que el gobierno se ha hipotecado por 30 años al invertir 17.000 millones en obra pública (2.828.562 millones de las antiguas pesetas ¡ahí es !). Esta inversión será en líneas de AVE y carreteras que disfrutaremos todos los ciudadanos pero cabría cuestionar otras iniciativas dentro del plan FEIL delegadas a los Ayuntamientos. En esta línea sería bueno conocer cuántas personas cruzan a diario en Ontígola la vía del tren a través de la pasarela que se ha solicitado al citado Plan como una de las “prioridades” en nuestro pueblo.


Pero volvamos al tema principal. Un gasto desmesurado puede provocar sólo dos situaciones antagónicas: una catástrofe económica mayor que la actual (la previsible) o un acierto inesperado (el azar caprichoso del que hablábamos). En el primero de los casos, cabria suponer asociado un fracaso electoral como consecuencia de la mala gestión, a la vez que una situación de partida a la oposición bastante difícil (sin recursos económicos con los que ofrecer otras alternativas). En la segunda posibilidad, simplemente la flauta sonaría y ¡a seguir mirándonos el ombligo y felicitarnos por lo bien que lo hemos hecho ("trabajito bien hecho: cigarrito p’al pecho", que dice el refranero popular)!

¿Cuál es el por qué de este tema? Simplemente la similitud palpable entre el entorno nacional y el local. En ambos escenarios, la situación económica de partida fue de bonanza económica y la actual ¡vaya usted a saber cuál es! En ambos casos es difícil encontrar una cordura política; una estrategia económica que augure soluciones factibles. Por último en ambos casos, si no se soluciona la conyuntura económica actual, la situación de partida que quedará para el que venga será más que difícil.


Comenzaba esta reflexión indicando que no seré yo quien se atreva a cuestionar las decisiones económicas pero me reitero cada vez más en que siempre me queda un lugar para la duda.